Los negocios en la cabecera del río Tajo: "Si no hay agua, aquí no viene nadie"

Cabecera río Tajo

Sara Santos Beato
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Ricardo Ortega tiene una empresa náutica en Sacedón (Guadalajara), "el primer negocio de este tipo en la zona, aunque, ahora, no el único", afirma. Ricardo, de 63 años, migró a principios de los 70 desde Madrid y estableció su negocio en la cabecera del río Tajo.

El negocio ha cambiado mucho desde que Ricardo se mudó allí y, en parte, se ha debido al trasvase. A su juicio, la gestión del agua durante los últimos 40 años ha estado mal enfocada desde muchos puntos de vista. Ha sido "pernicioso y negativo", explica Ricardo, y no solo económicamente, también en lo social, lúdico y ambiental.

A su juicio, deben fijarse unos límites de embalsado que se mantengan durante el año hidrológico, al principio y al final, teniendo en cuenta el agua que se usa, el que se trasvasa, el que se evapora,... Pide que se asegure que al año siguiente va a haber "cobertura de agua para todos".

Ricardo explica que la escasez de volumen embalsado ha hecho más daño al negocio que crisis como la del petróleo y la económica. A la estacionalidad del negocio se une la del desembalse. Ricardo llegó a tener hasta nueve operarios trabajando. Sin embargo, hace dos veranos, cuando el volumen del embalse estaba a un irrisorio 9,5%, la ocupación en el embarcadero era solo del 38%.

"La cabecera tiene que tener unos porcentajes de agua lógicos, de garantía" reivindica Ricardo, pero "no solo en cantidad sino en calidad". Ricardo recuerda cómo antes los embalses de cabecera eran referentes en biodiversidad. Afirma que en septiembre y octubre llegaba gente de toda España para pescar; "ahora, se van a Extremadura", porque los niveles de agua son más estables.

Lamenta la "involución negativa de muchos años" pero se mantiene positivo porque la Justicia ha dado la razón en numerosas ocasiones a recursos contra el trasvase.

Si bien el negocio no es tan viable como hace medio siglo, Ricardo hace hincapié en el "esfuerzo que se ha invertido en el negocio, eso la gente no lo ve"; para este hombre, "sentimentalmente, no hay dinero que lo pague".

El restaurante al que se llegaba en barca

También en Entrepeñas trabaja Juan José Jiménez, de 52 años y originario de Sacedón. Se ocupa del Restaurante Pino. Este negocio, al que "se llegaba en barca", era de su padre y lleva abierto desde 1961.

Juan José recuerda cómo, antes, "el agua se metía debajo del restaurante". Ahora, aunque el comedor tiene vistas al embalse de Entrepeñas, el agua queda a kilómetros de distancia. Los negocios en la cabecera del río Tajo se han visto afectados por los 40 años de trasvase, "al principio no se notaba tanto", dice Juan José.

Sin embargo, ahora el embalse baja hasta tal punto, que los pueblos de la zona tienen que ser abastecidos con camiones cisterna. Y no solo eso, sino que, en general, la cosa ha cambiado a peor. "Toda la zona vive del turismo", explica Juan José, "y el pueblo está hecho una pena".

El pueblo y el turismo en la zona "no es ni sombra de lo que era", comenta Juan José. En su opinión, hay muchos intereses en el agua del trasvase y, en Castilla-La Mancha, "no hay fuerza suficiente contra todos ellos".

Al igual que Ricardo, Juan José ha invertido muchos años de su vida en este negocio, dice que "aguanta el chaparrón cómo se puede" y seguirá haciéndolo. Destaca las últimas medidas realizadas en contra del trasvase, como el viaje de García-Page a Bruselas para denunciar la situación del Tajo, como algo positivo, aunque se mantiene reticente hasta que algo esté claro y "sobre papel".

Juan José espera que las recientes sentencias del Tribunal Supremo que anulan parte del Plan Hidrológico de la cuenca del Tajo por no fijar cauces ecológicos sirvan para algo; porque, argumenta, "si no hay agua, aquí no viene nadie".

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