Homenajes a las víctimas de la explosión de la calle Toledo en Madrid, dos de Castilla-La Mancha, en el primer aniversario

La residencia de la Virgen de la Paloma tiene un anteproyecto de reconstrucción un año después de la explosión

Susana Palomo Gómez
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Se cumple un año de la explosión en la calle Toledo en Madrid. Un suceso que golpeó a un barrio madrileño y a varios pueblos de Castilla-La Mancha en donde residían algunas de las víctimas, cuatro personas perdieron la vida y diez resultaron heridas.

Entre los cuatro fallecidos en esta explosión se encontraba Javier, un albañil de 45 años de La Puebla de Almoradiel (Toledo) que trabajaba en la zona. Y David, procedente de Uclés (Cuenca) que fue al edificio a intentar ayudar después de que la calefacción dejara de funcionar y detectara olor a gas.

Hoy esta céntrica y madrileñísima calle ha recuperado parte de su ajetreada normalidad. Ya casi nadie se para ante la parroquia en obras, y que ahora se "recompone" tras las placas metálicas que recubren su fachada mientras terminan las obras.

El pasado 20 de enero cuatro personas perdieron la vida y diez resultaron heridas tras la explosión registrada en el arzobispado situado en la calle Toledo 98 .

En la parroquia se realizará una colecta popular para recaudar fondos entre los madrileños con el objetivo de reconstruir el edificio afectado.

Recuerdan que este edificio, que funcionaba como comunidad parroquial, se levantó con donaciones hace algo más de 30 años, y los responsables de la parroquia confían en volver a reconstruirlo "tan pronto sea posible gracias a la generosidad de benefactores y pequeñas limosnas".

Las víctimas

Una fortísima explosión tuvo lugar minutos antes de las 15 horas del día 20 de enero, destruyendo gran parte del edificio de origen del número 98 de la calle Toledo y dejando a la vista la mayoría de las viviendas de las plantas superiores, de las que cayeron numerosos cascotes a la calle y al patio de un colegio cercano, en el que no había nadie por los daños de la borrasca Filomena.

La deflagración también afectó a la estructura y tejados de los edificios cercanos, dejando inutilizables varias viviendas. Sus inquilinos tuvieron que ser llevados por el Samur Social a un hotel cercano, donde estuvieron muchos días, entre quejas de no poder acudir a sus casas a recoger enseres y documentos de importancias.

Una residencia cercana del grupo Los Nogales tuvo que ser desalojada, sin sufrir daños ninguno de 58 ancianos. Nunca más volvieron a la calle Toledo y se quedaron en otras residencias del grupo, que ahora plantea reestructurar el local y convertirlo en una residencia de estudiantes.

Tras la explosión, que se sintió en todo el barrio, la calle fue rápidamente acordonada por los efectivos de seguridad y emergencias. Tras su ardua labor, rescataron los cuerpos de varios fallecidos y heridos, todos en el exterior. Dentro del edificio solo quedó una persona, el padre Matías, que no sufrió ni un solo rasguño, pese a encontrarse en la quinta planta, desde la que narró en un vídeo lo que había pasado poco antes de ser rescatado. "Acaba de estallar nuestra casa, rezad por mí", llegó a decir.

Peor suerte corrió el sacerdote Rubén Pérez Ayala. El informe médico revela que cayó de una altura considerable (tercera o cuarta planta) y se estrelló contra el suelo. Falleció de madrugada en el hospital.

Por su parte, David Santos, padre de familia numerosa y amigo de Rubén desde la adolescencia, ambos habían quedado para tomar una caña en Puerta de Toledo. Pero el sacerdote le llamó en el último momento para que subiera al edificio parroquial porque olía a gas. Pero no les dio tiempo más que a recorrer un par de plantas. Salió disparado junto a su amigo a la calle y falleció en el acto.

El tercer fallecido se llamaba Javier Gandía, albañil que trabajaba en una obra cercana. Había ido al coche un momento a coger algo, y perdió la vida al ser alcanzado por los cascotes.

La cuarta víctima, Stefko Ivanov, un ciudadano búlgaro que acababa de estar en los Servicios Sociales del Ayuntamiento, situados a la espalda de la parroquia. Subía caminando por la calle Toledo cuando el gas explotó.

Los daños

La explosión causó el derrumbe parcial, y en algunos casos casi total, de las cuatro plantas del edificio parroquial, en el que había despachos, un centro de acogida de Cáritas, que estaba cerrado en ese momento, ocho salas de reuniones, un salón, tres viviendas para sacerdotes e incluso una capilla en la sexta planta.

Tras las labores de emergencia, comenzaron a trabajar los Bomberos del Ayuntamiento y la Policía Municipal y Nacional con drones para conocer el estado del edificio y poder acometer con seguridad las obras de desescombro de forzado y pilares, que duraron dos semanas.

Finalmente, despejaron los elementos inestables pero no derribaron el edificio, ya que un informe preliminar encargado por la parroquia descartaba daños estructurales en el inmueble. Y por eso ahora optan por la rehabilitación que podría durar varios años.

La investigación y archivo del caso

El mismo día del suceso se incoaron actuaciones judiciales por lo ocurrido y juez de Instrucción número 35 de Madrid solicitó a la Policía Científica y a los Bomberos un informe. Los agentes interrogaron a una treintena de personas, entre sacerdotes y vecinos y comprobaron el estado de las calderas. Las compañías aseguraron que habían pasado la correspondiente revisión y que la red de gas había pasado varios controles.

Los agentes concluyeron que el escape se produjo entre la primera caldera del edificio y la acometida de suministro, sin que "las posibles irregularidades administrativas o de la instalación" hayan influido en la causa de la explosión.

Con ello, la jueza archivo la causa calificando el origen de "accidental, sin que haya podido esclarecerse otra causalidad distinta" y explicando que debido al escape lento de gas, "las referencias de olor a gas fueron discontinuas, no llegando a generar alarma , entre los residentes en el edificio hasta momentos antes de la explosión".

El peritaje de la parroquia detalla que el escape se situó bajo la acera de la calle Toledo, se coló en número 98 y subió hasta formar una bolsa en los pisos superiores. Una pequeña chispa, que pudo ser causada por cualquier nimiedad (luces de presencia, un ascensor, una simple ventana abierta) causó la deflagración.

Además, recalcan que todos los informes descartan negligencia alguna por parte de las víctimas y, por parte de la parroquia, pues la instalación estaba en regla y el edificio había pasado la inspección técnica. Nadie manipuló caldera alguna en ese día, ni explotaron. De hecho, las siete del edificio estaban intactas y el olor a gas "fue repentino y no hubo tiempo de reaccionar", apuntan.

Sin embargo, la parroquia recurrió sin éxito a la Audiencia Provincial el auto de la jueza porque quieren saber qué pasó exactamente. "Si en el tramo que va de la válvula de la acometida al edificio no había ninguna avería ni irregularidad, ¿por qué no se investiga qué pasó en el otro tramo, que es donde el tubo se desprendió? La empresa del gas, responsable única del mantenimiento, no entregó los informes pertinentes, y el juzgado no se los reclamó: se limitó a dar carpetazo al caso. Tampoco se han hecho pruebas sobre la válvula de la acometida", critican.

En sus alegaciones señalan que cuando llegaron al suceso los bomberos no pudieron acceder a la llave de la acometida para cerrarla porque estaba bloqueada. "¿Eso sucede si se han hecho todas las revisiones pertinentes? ¿cómo es posible que se hable de causas concomitantes que no explican (ni el socavón ni Filomena) que un tubo así se salga. Una válvula no se suelta, y así lo corroboran los expertos y los montadores", apuntan a Europa Press desde la parroquia.

EUROPA PRESS/ CMM

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