Muere el líder de Daesh al inmolarse en plena operación de las fuerzas especiales de EE. UU.

Susana Palomo Gómez
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Un Estado Islámico (Daesh) en ascenso vuelve a quedarse sin líder. Cuando Abú Ibrahim al Hashimi al Quraishi tomó las riendas de Estado Islámico en octubre de 2019 el grupo que en su día llegó a eclipsar a Al Qaeda estaba en horas bajas y acababa de perder su 'califato'. Algo más de dos años después tanto la matriz terrorista en Siria e Irak como sus filiales en otras zonas del mundo parecen estar recobrando fuerzas.

La rapidez con la que se produzca ahora primero la confirmación de la muerte de Al Quraishi, cuyo verdadero nombre sería Amir Muhamad Said Abdelrahman al Mawla, y se conozca el nombre de su sucesor puede ser clave para entender el impacto que lo ocurrido pueda tener en el grupo terrorista, máxime cuando en estos más de dos años el 'califa' no ha hecho ninguna aparición pública ni tampoco hay ningún mensaje suyo conocido.

Como ya ocurrió primero con la muerte de Usama bin Laden, fundador y líder de Al Qaeda, y luego con Al Baghdadi, los expertos insisten en recalcar que la 'decapitación' de este tipo de organizaciones no trae consigo su extinción, sino más bien una mutación en las mismas, íntimamente relacionada entre otras cosas al carácter y el carisma del nuevo líder.

En el caso de Al Quraishi faltan elementos para poder determinar hasta qué punto el creciente auge que ha venido experimentando en los últimos tiempos Estado Islámico, más en unos escenarios que en otros, tiene que ver con su liderazgo o es más bien el resultado de los líderes de las distintas franquicias y el contexto en el que operan.

Estancamiento en Irak y foco en Siria

En Irak, en 2021 fue donde más ataques hubo según el Centro de Información de Inteligencia y Terrorismo (ITIC, por sus siglas en inglés). Sin embargo, según un reciente artículo publicado en 'CTC Sentinel', la revista del Center for Combating Terrorism (CTC) de Westpoint, pese a la masacre de once soldados iraquíes el pasado 21 de enero en Diyala, la actividad del grupo en Irak "parece cada vez más anémica".

"La tendencia a la baja en Irak es probablemente atribuible al refuerzo de las operaciones de seguridad, la presión sobre los cargos medios y medios-altos y el que Estado Islámico (Daesh) está poniendo el foco en Siria", explican los autores del artículo, Michael Knights y Alex Almeida.

Ejemplo de ello es el asalto contra la prisión de Ghueran, en la provincia de Hasaka, el pasado 20 de enero con vistas a liberar a miembros de Estado Islámico y que tras días de combate se saldó con más de 200 muertos.

El interés del grupo en Siria también explicaría el hecho de que su líder se encontrara en este país, si bien como ya ocurrió con Al Baghdadi cuesta entender que ambos estuvieran en una región, Idlib, contralada por Hayat Tahrir al Sham, liderada por lo que en su día fue la filial de Al Qaeda en Siria y enemigo declarado de Estado Islámico.

Filiales en África

Al margen de su bastión histórico, si hay un lugar en el mundo en el que Estado Islámico (Daesh) haya ganado peso en los dos últimos años ha sido en África. Aquí, cuenta con filiales en varios puntos, empezando por Egipto, donde está activa la Provincia del Sinaí, y pasando por Somalia, donde Estado Islámico trata de hacer sombra sin éxito a Al Shabaab, la filial de Al Qaeda.

Pero sin duda las dos ramas más exitosas son Estado Islámico en África Occidental (ISWA), que opera en la cuenca del lago Chad, con el noreste de Nigeria como principal foco, y Estado Islámico en el Gran Sáhara (ISGS), que actúa en la zona de la llamada triple frontera entre Malí, Burkina Faso y Níger.

El repertorio africano lo completa Estado Islámico en África Central (ISCA), a su vez dividido en dos facciones claramente diferenciadas. Por un lado la activa en el este de República Democrática del Congo (RDC) y que es resultado en realidad de la mutación del grupo de origen ugandés Fuerzas Aliadas Democráticas (ADF), tras jurar su líder, Musa Baluku, de lealtad a Estado Islámico.

Por otra parte, ISCA también opera en la provincia de Cabo Delgado, en el norte de Mozambique. Aquí, tras grandes victorias, como la toma de Mocimboa de Praía en agosto de 2020 y el ataque de Palma en marzo pasado, la amenaza está evolucionando.

La intervención el pasado verano primero de Ruanda, en apoyo del Gobierno mozambiqueño, y el envío también de una misión de la SADC parecen haber revertido la tendencia, recuperando el control de parte de los territorios controlados por los terroristas.

Buen momento en Afganistán

Ya fuera de África, la otra filial destacada es Estado Islámico Provincia de Jorasán (ISKP), que opera en Afganistán. La conquista del poder por los talibán el pasado agosto tras la salida apresurada de las tropas internacionales ha puesto el foco en el grupo, que ha pasado a convertirse en la principal amenaza para los nuevos gobernantes.

Europa Press

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