El sexo en el Pleistoceno y sus consecuencias en la evolución humana

Daniel Urda Banegas
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Un nuevo descubrimiento desvela que nuestros antepasados prehistóricos, llegaron a convivir y a reproducirse entre ellos, aunque fueran diferentes especies. Los huesos hallados en una cueva en Siberia de una descenciente directa así lo demuestran. El hallazgo ofrece nuevos datos sobre nuestra evolución.

Hace más de 40.000 años tres especies humanas con inteligencia convivieron en nuestro planeta, la más conocida en Europa son los neandertales. Pero había otra especie, los denisovanos, más presentes en el este europeo, y cuyos restos fueron hallados en una cueva rusa por un equipo de investigación alemán.

Precisamente unos de estos huesos, pertenecientes a una joven de unos 13 años, han desvelado que ambas especies se reprodujeron. Al analizar el ADN concluyeron que la madre era neandertal y el padre denisovano. Pero además este no era el primer cruce en esta familia, el padre también tenía genes neandertales entre sus antepasados.

Los denisovanos son, junto con los neandertales, los parientes extintos más cercanos a los seres humanos, tal y como han podido comprobar investigadores de Alemania tras el análisis de estos restos, según ha publicado la revista Nature. "Sabíamos por investigaciones previas que los neandertales y los denisovanos debían haber tenido hijos en algún momento, pero nunca pensamos que podríamos llegar a tener tanta suerte y encontrar una descendencia real de ambos grupos", ha explicado uno de los autores, la investigadora Viviane Slon, del Instituto Max Planck de Antropología Evolutiva, ubicado en Leipzig (Alemania).

A lo largo de la historia también se ha demostrado que neandertales y homo sapiens mantuvieron relaciones sexuales. Algo que se pensaba imposible años atrás, pero que en 2006 empezó a ser una realidad. De hecho, los investigadores estiman que un 2% de nuestro ADN actual proviene de los neandertales.

Descubrimientos como este demuestran que nuestra evolución humana fue más compleja de lo que se pensaba y que hubo múltiples intercambios genéticos. Pero, además, trabajos como este son una muestra de que la ciencia puede abrir ventanas inesperadas al pasado.

CMM/EFE

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