Mujeres Auténticas | Mercedes y Maite: "Todas las mujeres rurales son trabajadoras"

Mercedes y Maite, de Lavandaña, en uno de sus campos de lavanda en Huete (Cuenca)

Alba Córdoba de la Cruz
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Hay quien aún piensa que ser mujer y vivir en un pueblo significa no trabajar y estar en casa para mantenerla. Un tópico que, con los años y gracias a la evolución de la sociedad, ha ido desapareciendo. Mercedes de Loro y Maite Bermejo son un ejemplo de mujeres auténticas y rurales que han sacado adelante una pequeña empresa en su pueblo.

Naturales de Huete, un municipio de Cuenca situado en la Alcarria, estas dos mujeres crearon en 2016 Lavandaña, una empresa de productos elaborados a raíz del lavandín. Cuentan que este negocio comenzó por una situación personal que tenían las dos protagonistas y otro amigo suyo, ya que estaban en paro y les surgió la oportunidad de “hacer algo y trabajar”.

Muchas vueltas tuvieron que darle a la cabeza para conseguir una idea innovadora en el pueblo. Tras un curso de internet organizado por el ayuntamiento del municipio, pensaron en una tienda de jamones, otra para zurdos… pero ninguna de esas opciones les convenció.

Hasta que en una cena, el marido de Mercedes les ofreció su campo de lavanda para hacer lo que ellas quisieran. Un producto con el que tenían que diferenciarse, pero con el que pensaron que podían crear una comunidad de bienes a través de su propia producción.

Les surgió la idea de aplicar la lavanda a la hostelería y la alimentación. Así nació el licor y la crema de lavanda, con alternativas de sabores, uno más intenso y otro más suave. “Queríamos mezclar el producto convencional de la lavanda con algo innovador”, explica Mercedes.

Sin trabajar desde que se casaron

Su situación personal ya les permitía empezar a dedicarse a ellas y a un futuro laboral, ya que sus hijos son mayores y no les demandaban tanto tiempo. “Al estar en casa sin hacer nada, decidimos pensar qué salidas laborales había en este mundo rural, que son pocas”, explica Mercedes.

Maite y Mercedes llevaban en paro desde que se casaron y tuvieron hijos, “como la mayoría de las mujeres rurales”. Ahora, con sus hijos ya mayores, no se ocupan “tanto” de ellos. Dicen que en el momento en que sus hijos dejaban de demandarlas, las empezaban a demandar sus mayores.

No sabían nada de emprendimiento

Maite y Mercedes se sumergieron en el mundo del emprendimiento sin tener conocimiento alguno. Mercedes cuenta que lo hicieron “a fuerza de investigar, investigar e investigar”.

Ellas acudieron a una asesoría de su pueblo para aconsejarlas, ya que vieron que era la opción más rápida.

Destacan que lo más difícil de crear un negocio desde cero es la falta de dinero. “Da igual que seas mujer o rural, si no tienes dinero no haces nada”, señala Mercedes.

Un trabajo que no les sirve para vivir

“Vamos a ser mujeres emprendedoras toda la vida”, afirman, pero crear una empresa en un pueblo no les está siendo una tarea fácil. Maite dice que su historia es muy bonita, “dos mujeres de pueblo y con una edad montan un negocio. Pero, luego,  lo real es que no estamos viviendo de la empresa”. Ahora mismo, sus creadoras afirman que Lavandaña se está manteniendo gracias a las ayudas estatales que el Gobierno nacional ha dado a los autónomos durante estos dos años de pandemia, “si no, hubiésemos tenido que cerrar” afirman.

Maite y Mercedes apostaron por lanzar su empresa a través de una página web y dar a conocer sus productos tanto a nivel nacional como internacional. Sin embargo, es una apuesta que, como negocio pequeño y local, no les sale rentable.

“La web no funciona porque los gastos que tenemos de correo y de envío de paquetería son tremendos. Para algo pequeño, los gastos son muy grandes”.  Mercedes insiste en que “estamos manteniéndonos”.

Cuentan que solo son ellas las que están trabajando en esa empresa y las que se encargan de todas las elaboraciones. “Nosotras no tenemos sueldo, nosotras trabajamos para pagar la Seguridad Social”. Además, sostienen que “vivir en un pueblo que tienes menos beneficios, pagamos de autónomo igual que otro que trabaje en una ciudad con los beneficios que tiene trabajar en una ciudad”.

La pandemia ha empeorado su situación. Antes de la crisis sanitaria, “parecía que íbamos a despuntar y poder tener un sueldecillo”, pero con la pandemia “se acabaron los mercados, se acabaron las relaciones comerciales que teníamos y se paralizó todo, ya que nuestro producto no es de primera necesidad”.

“Si no hubiese sido por la pandemia, yo creo que hubiésemos tirado para adelante y hubiésemos sido una empresa consolidada”, dice Maite.

“Todas las mujeres rurales son trabajadoras”

El trabajo diario de Mercedes y Maite consiste en “sacar ideas, testear y pensar qué productos pueden tener mayor salida en el mercado y seguir funcionando hasta ahora”.

Además, son guías turísticas de los campos de lavanda de Huete cuando están en flor. Realizan visitas guiadas con una pequeña introducción de cómo trabajan, sus productos y elaboraciones, cómo es su empresa y en qué consiste. Un trabajo que agradecen a la empresa Cuenqueando, que gestiona la oficina de turismo de Huete porque “nos ha ayudado muchísimo en todo. En darnos a conocer, en ponernos en contacto con gente… Nos han facilitado las cosas”.

Mercedes quiere recalcar que “todas las mujeres rurales, tengan una empresa o no, son emprendedoras y trabajadoras. Desde el minuto uno que llevan una casa. No necesariamente tienen que tener un distintivo de S.L. o S.A. y no tengan remuneración”.

Su trabajo como mujeres rurales y empresarias ha conseguido que Lavandaña tenga el certificado de empresa artesana, y ellas dos sean consideradas empresarias artesanas.

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